Cuando se extraen células del cuerpo humano éstas comienzan a morir lenta e inexorablemente, normalmente antes de que lleguen a completar cincuenta divisiones. Las célculas no pueden sobrevivir sin el soporte vital que proporciona el cuerpo y tampoco pueden prolongarse artificialmente porque envejecen —y por tanto de un modo u otro mueren.
Esto es así siempre, excepto para las células HeLa, que siguen haciendo cosas de célculas (alimentarse, generar desechos, reproducirse) de forma indefinida aún estando dentro de un tubo de ensayo siempre y cuando se reúnan unas condiciones ambientales adecuadas. Se consieran imortales no sólo porque siguen viviendo fuera del cuerpo humano, sino también porque no envejecen. Se utilizan ampliamente en investigación y ciencia y probablemente hayas oído hablar de ellas.
Las dos vidas de Henrietta — Ese mismo día, el investigador George Gey anunciaba que por primera vez en la historia, se había conseguido mantener en cultivo continuo un tejido tumoral humano, la primera línea celular inmortal. Blandiendo un vial de sus células ante la cámara, Gey pronunció el nombre con el que había bautizado a su diminuta bestia: células HeLa. Veinte años después, los nombres HeLa y Henrietta Lacks volvieron a unirse. Fue en un artículo aparecido en 1971, donde se revelaba el origen de las células junto a una fotografía de su fuente humana. Desde entonces, los científicos que cultivaban el legado biológico de Henrietta pudieron poner cara a sus células.Se calcula que actualmente la masa total de células HeLa cultivadas en laboratorios es superior al número total de célculas que había en el cuerpo de Henrietta.
Actualmente también se utilizan en la lucha por “encontrar cura a la leucemia y el cáncer, estudiar el comportamiento de las células y el crecimuento de los virus, sintetizar proteínas, realizar estudios genéticos y estudiar los efectos de las drogas, la radiación y la permanencia en el espacio”
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