03 marzo 2008
Caja de recuerdos
Stephen Dubovich tiene el cerebro al aire y el médico le pide que sonría. “¿Te encuentras bien?” —le pregunta, y a continuación la enfermera le muestra algunos objetos para que los identifique. La técnica de operación a cerebro abierto se realiza desde hace algunos años en la mayoría de los hospitales del mundo. La cosa va bien mientras el paciente hable y se comporte con normalidad. Si se muestra confuso o comienza a cambiar el nombre a las cosas, el cirujano debe abandonar inmediatamente la zona en la que está trabajando.
Hace unos meses, en el Toronto Western Hospital, en Canadá, el paciente comenzó a hablar durante la operación de los recuerdos que venían de pronto a su cabeza. A medida que el cirujano estimulaba una zona cercana al hipotálamo, el hombre recordaba con más nitidez a sus amigos de cuando tenía 20 años y determinados detalles del pasado. La estimulación llegó hasta tal punto que, durante varios minutos, les habló de un parque en el que solían reunirse y hasta les describió la ropa que llevaban.
Sin pretenderlo, el cirujano había activado la memoria del paciente de tal forma que, después de tres semanas de estimulación con electrodos, su capacidad de aprendizaje había aumentado notablemente.
La señora O’C, uno de los casos que describe Oliver Sacks en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, acude a la consulta porque ha empezado a escuchar la radio dentro de su cabeza. Por algún motivo misterioso, su cerebro ha activado una especie de sintonía del pasado y repite una y otra vez las canciones irlandesas que escuchaba cuando era niña.
Después de varias exploraciones, el doctor descubre la causa: la señora O’C ha sufrido una trombosis en el lóbulo temporal derecho que ha estimulado una zona del córtex donde residían sus recuerdos musicales.
Nadie sabe con exactitud cómo es el proceso de almacenamiento de los recuerdos. Los científicos se dividen entre quienes piensan que se borran o sufren interferencias y quienes creen que pasan a un segundo plano dentro de la inmensa red de sinapsis que compone nuestra mente. Descubrimientos como el de los doctores canadienses ponen de manifiesto la posibilidad de que exista un lugar en la memoria profunda donde nuestros amigos del pasado, sus chistes y la música que nos gustaba escuchar, permanecen intactos hasta el final de nuestras vidas.
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